miércoles, agosto 31, 2005

Miércoles 4pm

Miércoles 4pm, tarde gris, sin novedad en la frente.
Ni una sola gota de sudor resbala ahora, que las ideas se han agotado totalmente. Ahora que estoy harto de buscar una excusa debajo del parqué, o de la piedra caliza, negra y adolorida de mi patio. Tantas patinetas cayeron y tantos pelotazos cuando niño que la pared blanca de en frente terminó cubierta de barro, y ese olor a plástico que emana mi casa es algo que se ha quemado, o algo que estuvo guardado mucho tiempo. Mucho tiempo. Demasiado tiempo. Y hoy, que es miércoles 4pm, tarde gris de agosto y sin novedad en la frente, no tengo ni una sola idea, ni una sola excusa. Nada más quiero permanecer aquí mucho tiempo, sin hablar con nadie. Sin ir a ningún lado. Ya lo cancele todo. Nadie me necesita. He salido de mi cuarto con un fuerte dolor en el abdomen (¿sabías que Jack Kerouac murió de una hemorragia estomacal?) apretando los ojos, con un dolor que anuncia que ya se acabó. Por fin, se terminó. Ya no me queda nada. Ni una sola palabra, ni una sola gota qué derramar. Ni un solo pensamiento que me haga decir: lo lamento. Ya no queda nada qué lamentar. Y he percibido ese olor, algo que se está quemando, y he visto el humo narciso de mi casa elevarse sobre las escaleras y repetir: hoy es miércoles 4pm, hoy es miércoles 4pm, estoy aquí, en mi casa, y no hay absolutamente nadie, tengo distintos dolores en la espalda, tengo distintas molestias y motivos por qué morir, tengo sobretodo vicios y libros qué escribir. No tengo tiempo para atender todas estas molestas preguntas y molestos llamados pro-libertad, pro-amistad, pro-tú, pro-yo, y todos esos absurdos comerciales que hablan de acabar la universidad y progresar en la vida. Pues bien: todo eso es pura mierda, y tú lo sabes (todo el mundo sabe que el presidente de Estados Unidos es un Hijo de Puta, por ejemplo, y a pesar de todo él sigue allí, bebiendo copas de vino y riéndose de todos nosotros) y yo también lo sé. Por eso estoy atrincherado aquí y no me pienso mover, hasta que obtenga mi venganza, mi revolución, hasta que obtenga todas las cosas estúpidas que quiero. Son lo más importante para mí. Me niego rotundamente a ser como uno de tus amigos, me niego rotundamente a formar parte de sus risas y de sus jergas. Por más que sean jergas muy bellas. Me niego a ser uno más. Seguiré vistiéndome de negro y frecuentando burdeles y bares del centro de Lima hasta que tenga la cabeza como Dios manda. Por lo pronto seguiré aquí, hundido, hasta que logre olvidarte, o hasta que logre desenfundar las pieles de un poema. Porque el único motivo real que me une al mundo ahora es el compromiso que tengo conmigo mismo. El de escribir y darme a conocer por fin. Y hacer que alguien en este jodido mundo piense en mí.